http://www.eldeber.com.bo/2006/20060926/opinion_6.html
Mario Rueda Peña
La casualidad y la imprevisión determinan, a veces, que alguien proyecte hacia afuera una identidad diferente y hasta contrapuesta a la que en verdad tiene. Esto suele darse en política, cuando actitudes y comportamientos trazan líneas de semejanza con la de otros que nada tienen que ver con lo que uno es, quiere ser o hacer...
En la Alemania de la década de los años 30 del siglo pasado, las calles de las ciudades estaban atestadas de menesterosos y desocupados. Los crueles coletazos de la gran depresión mundial se traducían en creciente desempleo y cerrazón de perspectivas para los sectores populares. Miles de miles de alemanes emigraban a Estados Unidos y América Latina. El pueblo le echaba la culpa de todo al sistema político-partidario tradicional, cuya credibilidad y prestigio rodaban al suelo. La difícil situación determinaba que las masas se ilusionaran con lideratos emergentes, como el de Hitler, que las sedujo a pesar del chaplinesco mostacho, teatral despliegue gestual y taconazos rubricando su iracundia retórica...
La estampa social no era muy negra en la Bolivia de principios del siglo XXI, pero igual moteada de altos índices de desocupación y bajos ingresos, factores que reducirían al máximo la credibilidad popular en los partidos tradicionales. Decenas de miles de bolivianos se iban (y se siguen yendo) a Europa, particularmente a España, en busca de un mejor destino. Los sectores populares pasarían de la frustración a la ilusión respecto a lideratos emergentes. Esta última favorecería a Evo Morales, quien desde los cocales de Cochabamba pudo llegar al Parlamento y después al poder político.
Pero después los parecidos trascienden las semejanzas accidentales que en diferentes latitudes geográficas y espacios temporales promueven reflejos dialécticos a estímulos histórico-sociales de igual jaez. En 1933, finalmente, en el Reichstag de Berlín, Hitler se ciñe al pecho la banda de Canciller, pero como el partido nazi sólo cuenta con el 32% de los escaños, concibe y pone en ejecución todo un plan de presiones de tipo corporativo-social sobre el Reichstag para sepultar el orden democrático-constitucional vigente desde la República de Weimar. Sale airoso en su empeño. Destituye al anciano que ejercía la Presidencia y asume el poder total, tanto para él como para el partido nazi. La resurrección del imperio alemán, a escala europea y, en lo posible, mundial (III Reich), sobre bases de racismo y militarismo, son sus divisas...
En Bolivia, Evo Morales y el MAS llegan igualmente al poder político, pero sin el suficiente número de escaños parlamentarios y constituyentes para que el país siga el rumbo que ellos ya le han marcado. Etnoculturalismo, centralismo y socialcomunitarismo constituyen las flechas indicativas de rumbo. Organizan el ‘Estado Mayor del Pueblo’ como órgano coordinador de la presión social sobre la Constituyente de Sucre, para que ésta haga lo que ellos quieren. Evo, igualmente, imparte ‘befehlungen’ (instrucciones) a sus bases para que la Constituyente se someta al MAS. Es decir, apruebe la nueva Carta Magna por mayoría absoluta y no por los dos tercios de votos. La primera le allana el camino a la hegemonía. A esa hegemonía por la cual Hitler lanzara a sus bases contra el Reichstag de Berlín.
No vamos a comparar a Evo con Hitler ni a igualar a ambos en la misma ideología. Sería injusto hacerlo. Evo no es fascista, sino neopopulista neoestatista, inflamado de etnocentrismo. Las semejanzas se dan en lo puramente metodológico, provocando dudas sobre la real vocación democrática del líder del MAS. Bien harían Evo y el MAS, en consecuencia, evitar atajos tácticos que les perjudican, pues les asocian a figuras y perfiles ideológicos nada democráticos...
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