martes, 13 de noviembre de 2007

Los marxistas del siglo XXI 17-ene-07

Gustavo Maldonado Medina

http://www.eldeber.com.bo/2007/2007-01-17/vernota.php?id=1780

En enero de 1848, hace 159 años, dos jóvenes alemanes de clase media escribieron un breve panfleto que titularon Manifiesto del Partido Comunista. Karl Marx, de 29 años, era periodista; Friedrich Engels, de 27 años, era hijo de un fabricante alemán. Según el historiador Jasper Ridley, en el Manifiesto Comunista Marx y Engels proponían una nueva clase de socialismo. No era el socialismo utópico de autores anteriores, sino un ‘socialismo científico’ que demostraba que el socialismo no se alcanzaría porque ciertos visionarios bien intencionados pensasen que era deseable, sino porque sería inevitablemente la siguiente fase del desarrollo histórico. Originalmente, la humanidad se había organizado según un comunismo primitivo, con todos los bienes en común, pero esto finalizó cuando se introdujo la división del trabajo y se estableció una sociedad en la que una minoría eran los amos y la mayoría sus esclavos. La esclavitud fue reemplazada por el feudalismo, que a su vez fue seguida por el capitalismo.
En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels rindieron un fulgurante homenaje a los logros que había alcanzado la burguesía al reemplazar el feudalismo y desarrollar la industria en todo el mundo, pero ahora había llegado la hora de ceder el sitio al proletariado, los obreros industriales de sus fábricas. Esto requeriría de una revolución política violenta, pues ninguna clase dominante había entregado el poder pacíficamente. Cuando se hubiera realizado la revolución proletaria y el proletariado se hubiera convertido en clase dominante, no habría más clases para que el proletariado explotara y oprimiera. Se establecería el socialismo, que oportunamente evolucionaría pacíficamente hacia la sociedad sin clases y el comunismo, y todos vivirían felices para siempre.
Marx declaró que había dado a sus adeptos el socialismo científico. Según Jasper Ridley, en realidad les había dado algo más valioso: una religión. El marxismo era una religión y no una mera causa. Marx y los marxistas proclamaron a voz en cuello que no creían en Dios, pero esto no era del todo cierto. No creían en el dios cristiano, judío, musulmán, hinduista o budista, pero creían en su propio dios: el ‘desarrollo histórico’. “Los hombres crean su propia historia, pero no tal como les place”, escribió Marx. Tenían que forjar la historia acatando los designios del dios del desarrollo histórico, en cuyas manos todos los hombres, tanto sus servidores –los comunistas– como sus enemigos –los capitalistas– eran mera arcilla que debía modelarse de acuerdo con su voluntad. Como todos los dioses, el dios del desarrollo histórico no sólo era todopoderoso, sino benévolo; permitiría que las fuerzas del mal reinaran por un tiempo, pero se aseguraría de que al final fueran derrotadas, de que triunfara el bien y de que reinara en la Tierra un paraíso perfecto donde todos serían felices. La victoria del comunismo era inevitable.
En 1864, hace 143 años, Marx comenzó a escribir su gran obra, El Capital. Cuando al fin se publicó en tres volúmenes, sumaba 875.000 palabras, un poco más que la Biblia. Engels lo denominó “la Biblia de la clase obrera”, y sirvió en efecto como Biblia, si no para la clase obrera, al menos para los marxistas. Como otras biblias, es larga, engorrosa y pasible de interpretaciones conflictivas, y ha sido leída sólo por una pequeña parte de los creyentes que la veneran. No creo que el Presidente y muchos de sus colaboradores la hayan leído. Seguro que el bibliófobo canciller no. Quizá el bibliófilo Vicepresidente sí, entre los 960 libros que dice haber leído en sus tres años de presidio por subversión armada (¿un libro por día?). Sin embargo, ésta es la religión que muchos miembros del MAS han adoptado a comienzos del siglo XXI, y ninguno de ellos con más devoción que Evo Morales. Se olvida de que la caída del muro de Berlín, hace 17 años, fue la hecatombe del comunismo real, que encarnaba la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. A 15 años de la disolución de la URSS, Morales quiere un Estado socialista con 42 territorios indígenas autónomos, tres regiones metropolitanas, 32 idiomas nativos oficiales, tres religiones y un partido... el MAS. Partido único con líder único. ¡Evo, el supremo!

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