domingo, 28 de octubre de 2007

Mayoría... ¿criterio suficiente?

19-Nov-2006

http://www.eldeber.com.bo/2006/20061119/opinion_6.html

Estúpido de solemnidad resultaría aquél al que se le ocurriera pensar que un 54% electoral, indiscutido y contundente, no es base suficiente de legitimidad para gobernar. La mayoría parlamentaria y la de la Constituyente tampoco son datos discutibles. Pero, a partir de ello, el Gobierno de Evo Morales asume, con una simplicidad que da miedo, que esa mayoría es una credencial de sometimiento de todos los demás que no forman parte de ella y que se resume en el enunciado –hablando en cristiano o en originario– “como nosotros somos más, los demás se joden”.
En las democracias maduras y modernas, el criterio mayoritario es una de las fuentes de legitimidad, ciertamente, pero esa mayoría se canaliza a través de instancias profundamente institucionalizadas que tienen como obligación, entre otras, la de garantizar la participación eficaz de las minorías, ¡lo que no es un detalle menor!
Paradójicamente, es la participación de la minoría la que otorga credencial de democracia.
Y no es tan suficiente el solo criterio mayoritario, que se puede exhibir y con profunda vergüenza histórica el hecho de que prácticamente todos los regímenes fascistas –aun en sus versiones más aberrantes– han contado con el apoyo de confortables y aplastantes mayorías, por no mencionar a delirantes mayorías. ¿A algún ingenuo se le ocurrirá pensar que Mussolini, Franco o Hitler eran impopulares?
Peligrosamente, y en un terreno por el que se puede resbalar con enorme facilidad hacia el despeñadero del autoritarismo, el Gobierno de Evo Morales ha desarrollado una política indisimulable de copamiento de la totalidad del poder. La ilusión ‘chavista’ de una Constituyente que le diera la posibilidad de arrasar y generar un nuevo orden jurídico, se frustró por la votación considerablemente menor que la que esperaba. ¿No mencionó acaso una victoria con el 80% de los votos?
Ni la Constituyente ha resultado el instrumento que en unas horas iba a aprobar las órdenes telefónicas del Palacio, ni el Congreso se ha resignado a desaparecer. Las ‘negociaciones’ en la primera resultaron comedias dilatorias y las amenazas al segundo se canalizan por la presión de las famosas marchas: “¡O aprueban lo que queremos, o cerramos el Congreso!”. Y por si hubiera alguna duda de la profunda tentación autoritaria del oficialismo, no faltó el comedido que redactó el decreto para que el Presidente lo apruebe sonriente, ¡creando la instancia parlamentaria de censura a los prefectos! Y ellos, los prefectos, ¿no fueron elegidos por mayoría?
Cierto, y afortunadamente, la legitimidad electoral surgida de esas reglas del juego que hicieron a Evo Presidente, es la misma legitimidad que, paradójicamente, se constituye en el chaleco de fuerza que le impide al Gobierno romper las amarras que detesta.
¡Claro que el Gobierno sería feliz sin Congreso, sin opositores en la Constituyente, sin prefectos celosos de sus autonomías, sin Corte Suprema ni Tribunal Constitucional que puedan invalidar resoluciones anticipatorias de una Constitución todavía inexistente! Y no tengo la menor de las dudas de las rabiosas ganas que más de un periodista de los entornos palaciegos tiene de convertirse en director u orientador de posibles ‘cadenas nacionales’ sin posibilidad de contestación y menos de opinión.
Muchos, muchísimos del entorno gubernamental, se deleitan con las tentaciones autoritarias, justificándolas con el llamado a las mayorías. No se deje tentar, señor Presidente: ¡las tentaciones más seductoras, suelen ser, históricamente, las más peligrosas!

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